No se sabe con certeza de dónde proviene el nombre de "Beas". Hay quien cree que proviene del término "Vega", que significa "huerta", "tierra fértil". Otro posible origen puede derivar del mismo asiento y sitio de la "Villa", que es muy vistoso y deleitoso, con gran variedad de fuentes y frescura. Los hay que piensan que proviene de la palabra latina "Veha", que significa "camino" o "vía", ya que se encontraba en un importante cruce de calzadas romanas que desembocaban en el Levante o la zona castellana.
Beas se encuentra en una zona estratégica ocupada por culturas y razas desde la más remota antigüedad, con poblamientos muy tempranos que se remontan a casi un millón de años (yacimiento Paleolítico de Puente Mocho, un extenso hábitat junto a las terrazas del río Guadalimar).
Después, toda una serie de horizontes culturales se suceden: Neolítico, Bronce, Ibérico, destacando la romanización, consolidándose el núcleo urbano de Beas, de la que quedan abundantes manifestaciones («villas», puentes, calzadas).
Tras un periodo Islámico esplendoroso (Vvees) en tiempos de Ab-derramán III y los reinos Taifas se convirtió en uno de los centros más importantes del distrito de Al-Buxarra y Elvira.
Después, toda una serie de horizontes culturales se suceden: Neolítico, Bronce, Ibérico, destacando la romanización, consolidándose el núcleo urbano de Beas, de la que quedan abundantes manifestaciones («villas», puentes, calzadas).
Tras un periodo Islámico esplendoroso (Vvees) en tiempos de Ab-derramán III y los reinos Taifas se convirtió en uno de los centros más importantes del distrito de Al-Buxarra y Elvira.
En la Edad Media, Beas contó con un complejo sistema defensivo, pero el tiempo y las circunstancias históricas no jugaron a su favor, pues la población creció y en la actualidad apenas se conservan restos de él. La fortaleza se alzaba en la cima de la peña y contaba con un amplio recinto. Tenía al menos cuatro torres y en uno de sus extremos se levantaba un segundo recinto a modo de alcázar.
La incorporación a la Corona de Castilla se produce entre 1224 y 1227, al ser conquistada por tropas de Fernando III, asistido por su Canciller Don Juán, Obispo de Osma, al que concede el castillo y la villa de Beas.
Poco después, en 1239, el Canciller Don Juán permuta con la Orden de Santiago la Villa de Beas, concediéndole sucesivamente fueros y privilegios (Carta Puebla, Escudo de Armas, Término «apartado») y sobre todo el título de Villa el 3 de diciembre.
La incorporación a la Corona de Castilla se produce entre 1224 y 1227, al ser conquistada por tropas de Fernando III, asistido por su Canciller Don Juán, Obispo de Osma, al que concede el castillo y la villa de Beas.
Poco después, en 1239, el Canciller Don Juán permuta con la Orden de Santiago la Villa de Beas, concediéndole sucesivamente fueros y privilegios (Carta Puebla, Escudo de Armas, Término «apartado») y sobre todo el título de Villa el 3 de diciembre.
En 1.575 y 1.578, Beas contesta a las Relaciones Topográficas de Felipe II, en las que aparece como un centro económico floreciente de la zona de Segura. Tenía unos 4.500 habitantes y una fuerte impronta agraria, doce molinos harineros, dos destinados al aceite y cinco batanes para la transformación de la lana e industria pañera. Durante este reinado, estuvo incluida primero en la demarcación territorial de Toledo y dentro de la Encomienda de la Orden de Santiago, pasando después a la dependencia del Gobernador de Segura.
También en 1575, Santa Teresa de Jesús, ya con sesenta años, se desplazó desde Salamanca a Beas de Segura para fundar el Convento de las Carmelitas Descalzas de San José del Salvador. La Santa, al llegar a Beas, no pudo más que escribir: «Dijéronme grandes bienes de la tierra, y con razón, que es muy deleitosa y de buen temple». Los costes del convento fueron sufragados por Catalina y María Godinez y Sandoval, naturales de Beas y profesas de la Orden.
Tres años más tarde llegará San Juan de la Cruz , que había escapado de la cárcel conventual de Toledo hacia finales de Agosto de 1.577, muerto de hambre y de torturas. Después de los primeros cuidados fue nombrado prior del convento del Calvario, a una legua (entre 4 y 5 kms.) de Beas. Mientras residía en el Calvario venía los sábados de cada semana a confesar y a dar los sacramentos a las religiosas, volviéndose al Calvario los lunes.
La fase de esplendor de los tiempos de Felipe II, en la que la villa constituía el referente comarcal, irá dejando paso con el discurrir del tiempo a una realidad mucho más sombría, en la que sus 500 casas, sus 16 calles- dos de ellas principales- y sus 3 plazas de mediados del siglo XIX no reflejaban sino el recuerdo de un pasado en un marco de ruralismo y monotonía, sobresaltado tan sólo por alguna que otra coyuntura como la que acontecerá en 1810, cuando la misma casa consistorial fue pasto de las llamas y atropellos que propinaron las tropas francesas de invasión. Por lo demás, la oligarquización del poder y la consolidación de un orden rural desequilibrado acabarán convirtiéndose, como en otros tantos lugares, en denominador común de la vida de los beatenses.
En 1750, el Consejo de Ordenes Militares manda que sea derribada la muralla de la frontera de Beas (Villa Vieja) y el Fuerte de cuatro torres almenadas que estaba adosado.
Durante la Guerra de la Independencia el pueblo fue incendiado siete veces consecutivas, provocando un desastre patrimonial ardiendo los archivos Real y Eclesiástico y asolando los edificios representativos: Las Casas Consistoriales, de la Encomienda, la Iglesia Mayor de Santa María de Gracia (s. XIV), los conventos Franciscanos y Clarisas, las ermitas de San Juan, San Agustín, San Sebastián, Santa Clara y Rufina, etc.
Durante la Guerra de la Independencia el pueblo fue incendiado siete veces consecutivas, provocando un desastre patrimonial ardiendo los archivos Real y Eclesiástico y asolando los edificios representativos: Las Casas Consistoriales, de la Encomienda, la Iglesia Mayor de Santa María de Gracia (s. XIV), los conventos Franciscanos y Clarisas, las ermitas de San Juan, San Agustín, San Sebastián, Santa Clara y Rufina, etc.
Beas es un claro ejemplo de las consecuencias originadas por la destrucción del patrimonio en una guerra: vacío histórico y falta de identidad, que han generado ese carácter tan peculiar de Beas, orgulloso y altivo (como reminiscencias del pasado) pero egoísta, pesimista y apático. ¿Cuántos pueblos sufrieron el mismo destino en Yugoslavia? ¿Cuántos arrastrarán ese lastre por siglos en Afganistán o Irak?
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